Trabajo, más que diálogo
Sorprendente ha resultado la propuesta de diálogo con la delincuencia organizada como vía para la pacificación del país, que ha sugerido el precandidato de Morena a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador. Quizá no sea con pláticas como vaya a lograrse abatir los índices delictivos que agobian a la sociedad mexicana; sino con empleo bien remunerado, un empleo que genere satisfacción personal y que sea suficiente para vivir.
Puede darse el diálogo; pero, habría que ver cuál es la oferta de cada una de las partes y qué están dispuesto a hacer el gobierno y quienes han hecho de la delincuencia su modus vivendi. Un diálogo y una amnistía que no tengan un apalancamiento sólido en compromisos serios, verificables y cuantificables, tendría resultados inciertos y la paz que se logre sería tan frágil y precaria que podría romperse el cualquier rato, tan vez con manifestaciones más crueles.
Eso sin contar lo que tiene que decir la sociedad agraviada y quienes han sido víctimas de la crueldad demostrada por los más crueles y sanguinarios delincuentes, quienes, como dijo ´´El Mochaorejas´´, no tienen posibilidades de redención y deben estar excluidos de la sociedad a la que hacen tanto mal porque esa es su forma de ser, su trabajo, su negocio. Habría que preguntar a quienes han sido secuestrados, a los familiares de los abatidos, a todo agraviado.
Andrés Manuel tiene muchas posibilidades de llegar a la Presidencia, por tanto está obligado a guardar ciertas reservas sobre temas en los que no puede imponer un criterio personal que sea contrario a la opinión pública o al interés nacional. En muchos temas; pero, de manera especial en este tan delicado, antes que imponer debe escuchar, tanto a las personas como a las organizaciones de la sociedad civil, cuyo criterio será el que debe prevalecer a nivel nacional.
Un elemento de mucho peso en decisiones de tal naturaleza es el miedo; miedo social a los grupos violentos; miedo a las instancias que los promueven, que los apoyan y que los usan para su propio beneficio; a las personas, sobre todo a las desconocidas, a las diferentes, a las que muestran alguna característica que incomoda a las buenas conciencias; miedo que va más allá de lo tangible para adentrarse en el terreno especulativo y subjetivo. Miedo al miedo.
Es indudable que el candidato de Morena esta imbuido de buenas intenciones y de que, crea firmemente en la viabilidad de su propuesta de diálogo; pero, eso no convierte a la idea en buena per se. De ganar la Presidencia y en atención al mandato popular, deberá convocar a una gran cruzada nacional de reconciliación que puede incluir el diálogo con las premisas de rigor, en que deben establecerse bases de entendimiento mutuo. La respuesta clave tiene que establecer compromisos de ambas partes con plazos y medidas de evaluación pertinentes.
¿Qué va a ofrecer el gobierno? ¿Qué van a ofrecer los delincuentes? ¿Cuál será el costo real de la paz que propone López Obrador? ¿Quién garantizará que las partes cumplan a satisfacción? Preguntas éstas que no tienen una respuesta fácil, dado que involucran el presente y el futuro de México y de los mexicanos. Existen en el mundo algunos casos que ofrecen ciertos niveles de comparación; sin embargo, no son puntos de partida para un examen con verosimilitud.
Si la propuesta fue una ocurrencia de precampaña, no debe interferir en el desarrollo de los comicios. Lo mismo que si se trata de una iniciativa tendiente a solucionar uno de los más graves problemas que afectan al país. La democracia es el consenso general en determinados temas y más cuando se trata de un aspecto de tanta sensibilidad como es la seguridad pública, devenida en seguridad interna a la luz de las acciones del Congreso.
La razón más válida para iniciar el diálogo que pueda conducir a la amnistía es preservar la vida de la parte más valiosa de la sociedad: sus jóvenes, que ahora caen como moscas, de un lado y del otro. Oportunidades de trabajo bien remunerado es la solución.
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